jueves, 17 de noviembre de 2011

¡CCCP, aparta de mí este cáliz!

Por: Antonio Enrique González Rojas
  Como la dominación debe ir precedida de la preeminencia cultural, so pena de provocar la más implacable reluctancia de quien ve invadida la médula nacional, sobre el lecho de Cuba se concertó a toda prisa, hace más de medio siglo, un erecto entramado ideológico, desde el cual fueron desplegadas banderas carmesíes. Alzáronse agudas hoces y pesados martillos, blandidos todos por matrioskas de siete colores, que volaron de Este a Oeste con el viento, y regresaron en un momento, tomando al Norte por guía. Nunca olvidando que al caer, lo que les fue pedido hubieron de hacer. Sobre las palmas cayó la nieve artificial, y el zarevitz Iván, Kashéi el Inmortal, Vasilisa la Hermosa y el Caballito Jorobadito repartieron revistas Misha a los pioneritos tropicales, mientras que las zanahorias fueron sustituidas, en las faces de los muñecos de nieve, por agudos misiles.
  La cartulina Krásnaya Dream, del artista cienfueguero Camilo Villalvilla, resume con inquietante lucidez, la impronta ruso-soviética sobre Cuba, tópico axial de la exposición colectiva Да конца! (Da kantsá!), que reúne en la galería Maroya, de la sede cienfueguera del Fondo Cubano de Bienes Culturales, a cinco bogatires sin coselete, que dan personales testimonios plásticos sobre la brusca irrupción de las  gélidas tradiciones eslavas sobre la campiña, cual Don en llamas que nos inundara inclemente. Villalvilla, Alain Martínez, Juan Karlos Echeverría, Rolando Quintero y Jorge Luis Sanfiel, desde sus respectivas y contrastantes estéticas de sino gráfico, mixto y naif, se conglomeran en las paredes del espacio expositivo, sin ánimos de conciliar visualidades, deviniendo llamativo valor de la muestra, la incordiante pluralidad de perspectivas y posturas.
  Fantasías arquitectónicas, donde la aguja del Kremlin moscovita se multiplica en los brazos de una orden al valor, y las cúpulas acebolladas de la catedral de San Basilio brotan en los flancos a la catedral habanera, cual gendarmes que custodian la fe; una Matrioska de colorida letalidad, cuyas esquirlas volarán como pájaros primaverales; el color rojo compartido con la gaseosa Coca-Cola, por la Hoz koljosiana y el Martillo proletario. Tales son las semiosis establecidas por Camilo en sus lienzos, cartulinas y escultura, de nítida línea y alto Ph.
  Desde una vivencialidad dolorosa, JK apela con sus piezas de pequeño, pero intenso formato, a los fundamentos eidéticos de quienes plantaron rojos pendones sobre el costillar de la ínsula, pretendiendo acuchillar, a materialismo limpio, la raigambre mística de la Isla, proscribiendo lo real maravilloso por unos años de intolerancia ateísta, tan fallida como impostada.
  Alain parte igualmente del efectivo rejuego iconográfico, redimensionando caracteres, símbolos y objetos cuya huella en la memoria colectiva ha sido relegado a la amable nostalgia y la pintoresca remembranza. El creador recurre a ellos desde una ironía casi corrosiva, rememorando sin benevolencia, más bien atajando al zarevitz que cargó la Isla en peso, y el magro volatín de la utilizada nación en medio del coqueteo belicista entre ambiciosos titanes.
  Hacia zonas más benévolas de la memoria, apelan las telas de sesgo naif concebidas por Quintero, donde quien creció hojeando las multicolores páginas de los libracos cromados editados por Ráduga y Mir, se reencontrará con las brillantes grafías folkloristas que acompañaban los cuentos tradicionales y epopeyas legendarias recogidos en estos volúmenes, exotismo medioeval que coexistió con los cuentos de Juan Candela.
  Sanfiel difumina un tanto las referencias directas a la huella cultural rusa en tierra cubana, describiendo la muerte de un gran gato, súbita para quienes lo veían cual monolítico ente inmortal, siendo acompañado su último periplo por alegre fanfarria de ratones. Otros felinos, quizás en momentáneo desarraigo, esquían en la nieve extraña, mientras los demás retan su fibra de bebedores tropicales, echándose al coleto flamígeros tragos de vodka Да конца!, apurados hasta las heces sin respirar hasta que se divise el fondo de los cálices, donde Cuba agrió más su vino de plátano con el violento alcohol estepario.

     

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